lunes, diciembre 15, 2008

Romina me mira desconcertada

Romina es mi hija mayor, y me mira desconcertada cada vez que, furioso, le llamo la atención por las cosas que creo hace mal.

Romina es una niña alegre y linda, que hace de todo un juego, que convierte todo en un juego.

Yo soy habitualmente gris y no veo la luz que ella siempre dirige a mí, no veo las cosas graciosas que hace para llamar mi atención, ni le devuelvo con suficiente fuerza los abrazos que me suele robar cuando voy a besarla en la frente antes de dormir.

Romina es mi hija mayor, y me mira desconcertada cuando llego callado a casa.

Es Romina quien tendría que aprender a crecer a través de mí, de lo que pueda enseñarle o darle; pero soy yo, en realidad, quien tiene que aprender de su alegría, soy yo quien tiene que aprender de sus juegos… soy yo quien tiene que aprender de los reproches que me hace cuando me mira desconcertada por las llamadas de atención que le hago, por las cosas que creo hace mal y que finalmente casi nunca es así.

Romina, mi hija mayor, me mira desconcertada cuando en silencio le acaricio el cabello, imagina tal vez que pienso que lo tiene desarreglado, pero no sé cómo decirle en realidad que me perdone por cargar en sus hombros todos mis defectos.

miércoles, diciembre 03, 2008

Ciudad de calles nuevas

Bella toca con un dedo el rostro de Triste
calma, le dice,
¿porqué me besas con tanta desesperación?
¿porqué me abrazas como si fueras a caer?

El Triste la mira con ojos ciegos para lo demás,
acaricia suavemente los labios de Bella,
mientras le cuenta quedo:
la felicidad es una ciudad de calles nuevas para mí,
en un país que solo pude imaginar,
al que he llegado de tu mano.

Bella le da un beso suave mientras sonríe
el Triste se pega a su cuerpo
se aferra con las dos manos a su rostro,
y le pregunta cuanto lo quiere.
Calma, le dice Bella, estoy contigo, soy real.

El Triste abraza a Bella con fuerza
hunde su rostro entre su cuello y hombro
aspira con ansiedad su olor,
y le dice te amo, te amo, no existo sin tí,
te beso para sentirme vivo,
te abrazo para no estar perdido.

lunes, noviembre 17, 2008

Pasos coordinados

Caminamos lentamente, con pasos coordinados. Es de noche y no hay gente en los alrededores. En realidad, concentrado como estoy en lo que me dices, no me fijo si hay gente en los alrededores.

Me gustaría agarrar tu mano mientras caminamos, abrazarte sería mucho pedir, pero nunca pude superar la timidez de ser yo el de la iniciativa.

Me conversas bastante, yo escucho absorto. Me vas señalando algunas casas mientras me dices quienes de tus amigos viven allí, contándome anécdotas que te van viniendo a la cabeza. Me señalas el parque en el que solías jugar de niña. Estamos caminando por tu barrio, llevamos más de una hora así.

Ya varias veces me habías hablado de tus amigos de barrio, de cómo suelen reunirse de vez en vez. También me habías hablado de tu colegio, cerca a tu casa, por el que justamente estamos pasando en este momento. Pero esta es la primera vez que camino contigo por estas tus calles.

Fue todo súbito y espontáneo. Fui a esperarte a la salida de la universidad, como habíamos acordado. Nos encontramos, caminamos hasta la parada del autobús, lo tomamos juntos, siempre conversando y riendo de todo y de nada a la vez. Bajamos del bus como a 05 cuadras cerca a tu casa, que es lo más cercano que había llegado yo hasta entonces, y nos sentamos en un parque cuyo nombre nunca supe, como habíamos hecho otras veces, en una banca bajo un ficus ahora casi sin hojas.

Te hablaba de los libros que estaba leyendo por esos días. De la música que suelo escuchar. Sonreías de vez en vez y me mirabas fijamente, muy fijamente, cuando me acercaba a ti para besarte. ¿Por qué siempre me hablas de libros y de música?, me preguntaste. No supe que decirte. Notaste mi turbación y de inmediato pasaste tus brazos por mi cuello y me besaste con uno de esos besos tuyos tan posesivos, tan concluyentes.

¿Me acompañas a mi casa?, me dijiste. Y yo pensé que te referías a seguir la conversación por nuestros celulares, mientras tú te ibas a tu casa y yo a la mía, como muchas veces antes habíamos hecho. Te dije está bien, ahora mismo te llamo. No, ven conmigo, me dijiste.

Uno no suele apreciar el cielo cuando está en el cielo sino cuando ya bajó, pero esta vez pude percibir que lo que venía iba a ser una escena importante de la película indie que suele ser mi vida.

Empezamos a caminar despacio, entonces, hacia tu casa, por calles nuevas para mí pero usuales en tu vida. Y de hablar de tus amigos y anécdotas de barrio empezaste a hablarme de tu familia. Nos detuvimos faltando un par de casas para la tuya. Estamos cerca me dijiste, inclinaste un poco la cabeza y levantaste las cejas como en una interrogación. Te pusiste frente a mí. Yo tenía las manos en los bolsillos, no me había atrevido a sacarlas de allí. Esa es mi casa, la señalaste.

Ví unas cuantas ventanas iluminadas, y te imaginé con tus padres, tus hermanos (a todos los habías visto en fotografías). Te imaginé en tu habitación (tu guarida, como le llamas tú), alegre, triste, riendo, llorando, con tus amigas y amigos, creciendo.

Nos acercamos hasta la puerta de tu casa, muy lentamente. Yo sentía todo como una ceremonia de iniciación a tu mundo. Me estabas mostrando tu vida, ya no sólo contándomela, y no sabía cómo decirte lo mucho que apreciaba lo que estabas haciendo. Lo mucho que significaba todo eso para mí.

Ya estabas a punto de despedirte y me atreví a tocar tus dedos con mi mano, así veloz, tímidamente. Te digo gracias. ¿Por qué?, me dices. Por esto, por dejarme acompañarte hasta aquí. Me miras fijamente, como cuando vas a besarme, hasta pienso que vas a hacerlo allí, en la puerta de tu casa, sabiendo que el solo pensarlo de por sí es ya una locura.

Enlazamos nuestros dedos. La noche pareciera haberse detenido. Te digo, tengo un mundo pequeño entre libros y música, y tú lo has expandido enormemente con tu mundo. Te brillan los ojos. Que preciosa estás, pienso. No me atrevo a hablar por no romper este momento mágico.

Levantas una mano, acaricias mi mejilla, que arde y tiembla sin que pueda evitarlo, y pegas tus labios a los míos.

lunes, octubre 27, 2008

Quien seré cuando no sea nadie

Apareciste en mi vida
como la música en una fiesta por empezar,
llenando todo con el sonido de tu risa.

Te adueñaste de mi tiempo
de lo que fui y de lo que esperaba ser.

Yo, pequeño de nuevo,
no pensaba en consecuencias,
sino únicamente en que te amaba.

Tu me decías adiós cada tarde
con un beso volado que yo agarraba y pegaba a mi corazón,
siempre con la alegría del futuro contigo.

Ahora siento que tu despedida es definitiva
como definitiva fue tu llegada.

Me miras con tus ojos de mar nocturno
llevas tu mano a tus labios y me envías un beso volado
lo agarro en el aire y lo pego en mi corazón
mientras pienso en quien se despedirá así de mí
ahora que te vas
quien me hará esperar con fe el siguiente día.

Te miro con mis ojos de amanecer frío
como si quisiera memorizarte una vez más
y te lanzo un beso volado también,
mientras pienso en quien te esperará así como yo
ahora que me voy
quien te hablará de lo que somos y lo que pudimos ser.

domingo, octubre 19, 2008

La increible y magnífica historia de Santiago el mago

Un día luminoso pero frío, Santiago el mago (así lo llamaba ella) decidió emprender un largo viaje de búsqueda y perfeccionamiento. Tenía una vida pacífica y estable, pero pensaba que la vida verdadera, aquella de las leyendas y mitos, de las alegrías extremas, del amor desmedido e intenso, estaba en otros lugares, bajo otros soles, en otras compañías.

Ella no le pidió que no se fuera, lo quería mucho como para pedirle eso, en cambio le prometió que le esperaría siempre, que siempre lo amaría.

Santiago el mago le dijo, dulce pequeña, en mi ausencia crecerás y me olvidarás, te darás cuenta que lo que veías de mágico en mí era pura locura contenida. Yo me voy pero te llevaré en mi corazón, cambiaré, aprenderé, seré grande porque creo que grandes cosas están destinadas para mí. No lloro al partir pequeña, le dijo acariciando sus ojos llorosos, porque te tendré presente cuando encuentre la felicidad, cuando sepa lo que es disfrutar del viento como si fuese una caricia ansiada, y sobre todo porque tengo la certeza que también encontrarás la felicidad.

Pasó mucho tiempo. Alegrías, tristezas, buenos momentos y penurias acompañaron a Santiago el mago por los caminos que recorrió. Conoció muchas personas, y ganó mucha experiencia. Se alistó en muchos ejércitos y ganó y perdió batallas. Nunca se sentía agotado porque tenía la convicción de estar creciendo, de estar acercándose al sentido de la vida.

Pero empezó a dudar. En noches claras sentado bajo algún árbol, en amaneceres fríos envuelto en su capa, en días soleados con el torso descubierto; se preguntaba si de verdad estaba progresando, si de verdad iba encaminado a la felicidad.

Después de todo qué era la felicidad, el dinero? La sabiduría? El conocimiento personal? El éxito? Todo eso junto era la felicidad?

Cada vez más seguido volvía a su cabeza el rostro de ella, los ojos brillantes de lágrimas no derramadas en la despedida. Volvían sus gestos, su mirada, el calor de su aliento, su alegría tan espontánea. Volvían sus conversaciones.

Santiago el mago ya estaba viejo, sin embargo; y no sabía lo que podía encontrar al volver, si decidiera volver. Siguió agobiándose bajo soles extranjeros, mientras la vida se le iba yendo en pequeñas gotas de agua que podía oír cuando se quedaba en silencio.

No logró la sabiduría que quería, ni el éxito al que se sentía destinado. Santiago el mago (así lo llamaba ella, sólo ella) siguió siendo un vulgar hechicero de trucos baratos al que invitaban a entretener reuniones alrededor de fogatas. Entonces empezó a sentir que la vida se iba ya no en gotas sino en torrentes, la escuchaba salir de sí no solo cuando estaba en silencio sino en todo momento, como un río cargado. Se acercaba la muerte.

Junto con la cercanía de la muerte le llegó la sabiduría ansiada. Y con la sabiduría le llegó la conciencia del mayor error de su vida, dejarla a ella, dejar ese amor, esa única posibilidad de felicidad que le había sido concedida.

No iba a volver, no podía hacerlo ya. Habían pasado muchísimos años, ella tendría seguramente una vida feliz, y él había perdido el derecho de ser parte de ella.

Recordó que ella siempre escuchaba encandilada sus historias, que siempre le pedía que le cuente más, que exagere por favor, y decidió escribirle. Decidió inventarse una vida para él y contársela a ella, decirle que le había ido bien, que había crecido, que había encontrado el sentido de su vida. Decidió encandilarla una vez más, una última vez. Empezó así: “Pequeña, quiero contarte la increíble y magnífica historia de Santiago el mago, que siempre, siempre, te llevó en su corazón y logró cosas increíbles, conquistó todo lo que buscó, y salió victorioso de muchas y complejas pruebas…”.

Al terminar de escribirle, un día luminoso pero frío, Santiago el mago, achacoso y cansado, envió la carta por correo y siguió su camino, con el rostro de ella grabado en su corazón, pensando que nunca tenía que haberse marchado, que jamás debió apartarse de su lado.

sábado, octubre 04, 2008

Lucky Man

Camino por estas calles de Londres donde todos me conocen, y lo hago deliberadamente. Quiero que me vean justamente quienes me conocen.

Estoy con mi casaca de cuero marrón de siempre, mis jeans y botas negras que suelo usar los fines de semana. Nadie puede equivocarse, definitivamente quienes saben quien soy no tendrán la menor duda al verme.

Son pasadas las seis de la tarde y está oscuro ya.

Camino sin mirar a nadie en particular, tropiezo con varios y no respondo a sus reclamos. Quiero que me miren, que me observen bien.

Me detengo en la esquina entre Library St con Davidge St. Miro a todos lados y nadie en particular se ha detenido a observarme. Soy el mismo, entonces. Sin embargo, soy distinto.

He cambiado, aunque por fuera siga siendo el mismo. La suerte, la alegría, la risa han adquirido un nombre propio para mí. Yo, de mirada siempre amargada, he conocido por fin lo que es estallar en miles de luces de colores. Yo, de apariencia gris por fuera, estoy iluminando el cielo de Londres con los fuegos artificiales que lanzo desde mis ojos.

Pienso en tí, me acomodo el cabello que hace un par de horas revolviste, miro al cielo mientras río con una euforia nueva para mí. Soy distinto ahora, grito, i'm a lucky man.

lunes, setiembre 08, 2008

Historia de amor

Es una tarde fría y ella tiene las manos heladas. Camina, sola, por un parque casi vacío. Está con un largo abrigo negro, pero igual tiene frío.
Saca de su bolso un sobre, lo rompe. Desdobla un papel, se toca la nariz con una mano, se acomoda el pelo hacia atrás y empieza a leer: "¿recuerdas la primera vez que te ví? Era de tarde, entraba yo en la Iglesia Santo Domingo y escuché una guitarra tocando Historia de Amor, caminé por varias habitaciones hasta verte en una de ellas, sola, concentrada. Te vi perfecta y perfecta fuiste para mí durante mucho. Habría matado y muerto con gusto por verme siempre reflejado en tus ojos. ¿te lo dije varias veces, no?".
Ella se detiene junto a un banco de madera y se sienta. Sigue leyendo: "¿recuerdas que no podías creer que yo estuviera tan enamorado de tí? Me mirabas incrédula cuando con mi guitarra te cantaba Yo Pienso en Tí de Fernando Ubiergo, o Cuando Duermes de Cómplices. Leías incrédula mis poemas. Y yo estaba loco por tí, loco como suele estarlo aquél que no sabe vivir otra vida que una junto a tí"
"Me decías un día te cansarás, te aburrirás, porque eres como un niño. Yo te decía jamás, mi amor, jamás. Tu me mirabas incrédula."
"¿llegaste a enamorarte de mi?. ¿Sabes? yo nunca lo supe bien. Seguramente porque estaba loco por tí sentía que no te habías enamorado lo suficiente de mí. ¿recuerdas que me gustaba pasar mis dedos por tu rostro? ¿alguna vez tocaste así el mío?".
Ella siente frío y se pone de pie, baja un instante los brazos y mira a lo lejos, a ninguna parte y a todas a la vez. Camina lentamente y vuelve a leer: "¿porqué te escribo esto? porque me voy. De hecho mientras estás leyendo ya estoy bastante lejos. No importa donde, sólo lejos, donde no tenemos lugares ni amigos comunes. De verdad te amé con todo mi alma, de verdad fuiste la perfección absoluta para mí, pero he empezado a pensar que tal vez no eres perfecta, que tal vez me estoy equivocando al querer verte siempre como el ángel que tocaba una guitarra en un salón de una iglesia que no he vuelto a visitar más. Me decías que era un niño y tal vez tenías razón, este niño quiere recordarte perfecta y por eso se va. Adiós, mi amor".
Ella arruga el papel pero no lo bota, lo guarda, tiene las manos frías y con ellas se tapa los ojos como queriendo no ver. Se queda quieta, luego vuelve a mirar a todas partes. Se pregunta ahora dónde iré. Piensa desolada que es una tarde fría, y camina a cualquier lugar.

lunes, setiembre 01, 2008

Una estrella fugaz en tu frente

El triste levanta la cabeza,
le brillan los ojos y tiembla un poco,
mira fijamente el rostro de la bella,
estira su mano,
lentamente recorre con un dedo sus cejas.

La bella ríe divertida,
le dice cumpliste tu sueño;
el triste sonríe,
dice claro que sí,
el triste ríe,
dice por supuesto que sí,
dice, he visto una estrella fugaz recorriendo tu frente
y la retuve por un instante entre mis dedos.

martes, agosto 19, 2008

Un día más

Mientras subo la escalera aparece Romina riendo, me abraza y me da un beso, me dice "estoy comiendo". Entra corriendo a la casa.

Ni bien entro siento el olor a desinfectante para bebes, Julietta está sentada en su silla para las comidas, Ross en la sala acomodando los juguetes. Se escucha en el ambiente canciones de Miss Rossi.

Las saludo, le doy un beso a Julietta, mientras empieza a invadirme la sensación de no haber estado en casa desde hace mucho. Miro las cosas como si fueran nuevas para mí, pero Ross no lo nota y me recibe como todos los días.

Camino a mi habitación. No se me pasa la sensación de haber vuelto luego de mucho. Pienso, en que parte entre el trabajo y la casa se quedan mis alegrías, mis ganas de conversar, de jugar con las chicas. Putamadre, pienso, que me está pasando que me siento extraño en mi propia casa.

Caigo en que deben ser las canciones de Miss Rossi, que me hacen recordar a Romina de bebe, cuando yo solía pasar mas tiempo en casa. Me pongo triste. Tengo el corazón estrujado por varias cosas a la vez, y me siento desamparado.

Se me hace un nudo en la garganta, regreso a la sala, no me he cambiado aún, miro a Ross y le digo "he vuelto". Ella me mira sin comprender porqué se me ha quebrado la voz.

jueves, julio 31, 2008

De vuelta a casa

Meto el carro en la cochera. Saludo con un beso a papá y mamá, que han salido a recibirnos. Mientras voy sacando las maletas y demás paquetes del portaequipajes, les cuento que el viaje ha estado recontra matado, harto tráfico, hartas colas en los peajes, y un solazo criminal. Mamá me dice pobre mi hijo, debes estar cansado, y me da un beso en un ojo y en la frente.

Ross carga a Julietta. Romina, luego de saludar a sus abuelitos, corre a buscar a sus primos.

Almorzamos y aprovechamos para contarnos lo que nos ha pasado en los varios meses que no nos hemos visto. Papá y Mamá se ven iguales a como los vi la última vez, mi hermano Lucho está mas flaco. Los sobrinos corretean por toda la casa.

Luego voy a darme un duchazo de agua fría. En Trujillo me gusta bañarme siempre con agua fría, aunque estemos en invierno. Me arden los brazos y tengo adolorida la espalda.

Voy a mi habitación y me echo en la cama, Ross conversa con mi mamá en la cocina. Tengo los ojos cerrados como si estuviera durmiendo. Escucho unas pisadas pesadas que se acercan a la puerta y se detienen. Sé que es Papá. Está quieto y yo sigo con los ojos cerrados. Llama a Mamá bajando la voz y le dice está dormido, abrígalo. Mamá busca una colcha, se acerca a mí y empieza a cubrirme.

La ternura me envuelve.

No abro los ojos para nada, se me han llenado de agua pero estoy sonriendo. Escucho los ruidos de la casa, Mamá, Ross y Lucho conversando de nuevo en la cocina, Papá jugando solitario en su habitación canturreando una canción, mis sobrinos y Romina correteando por la casa... todos los ruidos familiares, toda la música del hogar.

No abro los ojos, no quiero abrirlos, tampoco quiero pensar en que solo estoy de visita por unos días. He vuelto por fin a casa, y es como si hubiera retrocedido muchos, muchísimos años.

domingo, julio 06, 2008

Supermán, el eterno regreso.


Supermán está completamente detenido de cara a la Tierra, el viento mueve muy ligeramente su capa, siempre en la misma dirección. A sus espaldas miles de estrellas pueblan el firmamento. Es de noche.
Cada cierto tiempo hace lo mismo, vuela hasta esta altura y se queda horas enteras pensando. Luisa Lane está casada, tiene un hijo. Ya no tendría porqué estar aquí. Para los humanos él es un héroe, para él la Tierra era un lugar en que podía haber vivido con ella.
Voltea el rostro, mira los infinitos lugares a los que podría ir. Hay tristeza en sus ojos. Aprieta los puños y una vez más, como las muchas veces anteriores, Supermán regresa a la Tierra, a esta casa que no es la suya.

viernes, junio 27, 2008

El guardián del viento

El guardián del viento camina desconcertado, ha vencido muchas batallas y la sangre de sus enemigos puebla enteramente sus noches de sueño.
Por fin está cerca la paz, piensa, mientras el horizonte se le presenta, por fin, limpio y claro.
Hace muchos siglos, cuando juró hacer y dar todo por su amada, el guardián del viento era fuerte, seguro, inmortal. En cada batalla, en cada muerte, en cada grito de terror, algo se le fue muriendo.
El guardián del viento camina desconcertado, ya no tiene que pelear, no tiene que ganar el amor ya ganado. Mira ante sí el largo camino llano, casi plateado a la luz de la luna, y se pregunta, por esta vez, solo por esta vez, si de verdad quiere seguir.
No recuerda ya el rostro amado, no sabe qué le diría al llegar. Mira entre las estrellas nuevamente sus ojos, su boca, tanto y tanto imaginados, tanto y tanto deseados, que hasta le duelen entre las costillas como un golpe de lanza.
La noche se ha rendido ante su victoria, pero él ya no quiere continuar.
El guardián del viento agacha la cabeza, cierra los ojos, suelta sus armas y deja que el tiempo lo consuma.
En otro lugar, en otro tiempo, su amada recuerda a un guerrero que no puede identificar.

sábado, junio 14, 2008

La bella y el triste

El triste apura un trago de su copa buscando valor
Mira a la mesa e intenta sonreír
La bella habla de miles de cosas
Mientras ríe con una risa limpia como noche estrellada.

El triste piensa que ella jamás se fijaría en él
Mientras busca palabras para intentarlo de todos modos.
La bella le roza con los dedos el cabello, como distraída,
le pregunta qué pasa sin dejar de reír.

El triste dice no pasa nada
Queriendo decir pasa todo.
Dice son tonterías mías
Queriendo decir no puedo más.

La bella tiene un brillo extraño en sus ojos
Lo mira sin ver como si fuera transparente
Sus labios delgados se cierran un instante
Pero no dice nada

El triste se sabe pequeño
Y no vuelve a hablar
La bella ríe de nuevo
Y mira hacia otro lugar.

domingo, junio 08, 2008

De todo para buenos jóvenes

Delgado, alto, trigueño, pelo negro y largo, no más de 18 años. Blue jean gastado, con la imagen de Silvestre de cuerpo entero bordada en una pierna. Polo negro manga larga, con el rostro del pato Lucas bordado en todo el pecho (mostro el polito. Pienso).
Sube a la coaster, a la altura de la Universidad de Lima. Mochila guinda, gastada y sucia, a la espalda. Se detiene en el pasadizo, junto a la puerta, mirándonos a todos quienes estamos sentados. De inmediato pienso “es un vendedor” y acierto.
Dice, “en esta oportunidad vamos a hablar de cultura”, pausa, “vamos a conversar de Pablo Neruda, Rubén Darío, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, James Joyce, Gabriela Mistral”, pausa, se toca la nariz con la mano derecha, “de Einstein, Graham Bell, Newton, Aristóteles, Platón, que fue discípulo de Aristóteles”, pausa, toma aire, se vuelve a tocar la nariz con la mano derecha, “de Churchill, De Gaulle, Ronald Reagan”, pausa más larga.Me vuelvo a poner los audífonos que me había quitado para oír lo que estaba diciendo, mientras lo veo hablar, pausar, tocarse la nariz, tomar aliento, volver a hablar. Como cuando se responden las preguntas en un examen oral.
Me quito el audífono derecho, “los nervios están conformados…”, dice.Vuelvo a ponérmelo, aunque algo empieza a incomodarme, como una idea o un recuerdo que no llega a ser del todo ni lo uno ni lo otro. Sigue hablando. Vuelvo a sacarme el audífono derecho, “las matemáticas son una ciencia exacta, conformada por…”. Vuelvo a ponérmelo. Esto se parece cada vez más a un vergonzoso examen oral.
Me fijo en sus ojos, en sus párpados que se mueven nerviosamente. Debe ser alguien que está preparándose para postular a la Universidad. Voy cayendo en que me hace recordar a mí mismo, cuando flaco y desaliñado solía memorizar los mismos datos sueltos que ahora él esta recitando. Sigue hablando y no lo escucho ni lo miro ya, me escucho y miro a mí mismo. Un malestar en el estómago empieza a invadirme.
Pienso en el libro que me regaló un profesor de la pre, escrito por él, “De todo para buenos jóvenes”, con datos y datos, reseñas de libros, minibiografías, consejos. Viene nítidamente a mi mente el argumento de innumerables libros que leí, y de otros que nunca leeré. ¿Qué fue lo que me salvó de estar así como él está ahora?.
Recuerdo todos los planes que fui haciendo para mi futuro. Recuerdo un poco de aquél que fui alguna vez.
Me saca de mis pensamientos su pedido de que le compre caramelos. Le doy Un Sol. Me dice gracias.
Lo veo bajar de la coaster a enfrentarse con la noche, mientras en mi Zen Xtra empieza a sonar una de Blur, “la calle es una jungla, hay que llamar a la policía…”

miércoles, mayo 07, 2008

Palabras mas, palabras menos

- ¿tienes una hija?
- dos
sorprendida, mira a los costados, parpadea, se apoya en un pie, luego en otro. Piensa lo que va a decir a continuación.
- Con razón las canas. ¿qué edad tienes?
- 34
- no parece... Que interesante. Carro nuevo, dos hijas, abogado, un buen trabajo. Tiene usted (lo dice así, no "tienes") la vida resuelta.
Sonrío. Estoy sentado en un banco de cemento. Es sábado en la mañana y no estoy de terno como lo suelo estar de lunes a viernes.
Intento disfrutar (sí, disfrutar) de un break entre clases de la maestría. Ella está parada frente a mí, pese a que hay espacio en el banco. Me ha buscado conversación, pero pareciera que se le han acabado los temas.
Yo no soy muy hablador.
Pienso, sin embargo, que no es cierto eso de tener la vida resuelta. Aún conservo mis miedos al futuro, ahora aumentados por el temor al futuro de mis hijas. Aún me preocupo por si ha de alcanzarme el sueldo hasta fin de mes, por si he de meter la pata en el trabajo.
Si tuviera la vida resuelta no estaría preocupandome por estudiar, por leer, ni tan siquiera por escribir en este blog.
Me sonríe y hace un gesto de adiós con la mano. "chau" le digo al mismo tiempo que me percato que no sé como se llama, ni cual fue la razón por la que se acercó a hablarme (aunque casi podría jurar que alguna vez estudié con ella).

lunes, febrero 25, 2008

Sweet Child O'Mine

En el mismo momento en que Ross abre grandes sus ojos verdes, asustada por la tracción en su abdomen, le acaricio los cabellos para que se calme, mientras la doctora dice “ya está saliendo, miren como se agarra del cordón” (risas de las enfermeras asistentes: “que gracioso”). Levanto la vista en esa dirección y alisto la cámara digital para las fotos.
En ese mismo instante, cuando ya la estoy viendo salir, como la luz que sale de una linterna, escucho los acordes de Slash empezando la canción que antes me importaba un carajo pero que ahora me dice mucho. Me agacho para decirle a Ross a los oídos, escucha, es para la bebe. Ella sonríe.
Vuelven el temblor y los nervios, tomo confusamente un par de fotos, pienso que ya no estoy solo.
Me invaden en simultáneo la alegría, la tristeza, la nostalgia, las ganas de llorar. Ya había sentido antes esto, cuando nació Romina, tu hermana.
Miro cuando te levantan de los pies, cuando te limpian. Miro tu carita y escucho tu llanto. Me percato que abres tus ojitos y los cierras rápidamente, como si no quisieras ver lo que hay afuera. Julietta, dulce pequeña mía.
Miro tus ojitos que no conocen aún la tristeza, y me siento de nuevo pequeño al no poder construir un mundo exclusivamente a tu medida.
Te cortan el cordón umbilical, y me dicen que me acerque a ti. Te veo llorando, y creo que lloro un poco también. Pero no es momento para tristezas. Me percato nuevamente de la música, y camino a ti exagerando los pasos, como Jack Sparrow (me miran extrañados en la sala de operaciones: “qué gracioso”), mientras canto en voz alta, junto a Axel, “Where do we go, where do we go now, where do we go, sweet child”.
Y ahora adónde iremos, mi dulce pequeña. Dónde nos encaminará la vida.

lunes, febrero 18, 2008

At the end of the road

Al final, cuando Dios, cansado hasta los tuétanos, no podía siquiera abrir los ojos, la noche, el día, el sol, la luna, las plantas, los animales, las cosas, las personas y todo aquello que llamamos vida, empezó a juntarse en una masa trasparente de energía.
El verbo, entonces, empezó a perder letras.