lunes, octubre 27, 2008

Quien seré cuando no sea nadie

Apareciste en mi vida
como la música en una fiesta por empezar,
llenando todo con el sonido de tu risa.

Te adueñaste de mi tiempo
de lo que fui y de lo que esperaba ser.

Yo, pequeño de nuevo,
no pensaba en consecuencias,
sino únicamente en que te amaba.

Tu me decías adiós cada tarde
con un beso volado que yo agarraba y pegaba a mi corazón,
siempre con la alegría del futuro contigo.

Ahora siento que tu despedida es definitiva
como definitiva fue tu llegada.

Me miras con tus ojos de mar nocturno
llevas tu mano a tus labios y me envías un beso volado
lo agarro en el aire y lo pego en mi corazón
mientras pienso en quien se despedirá así de mí
ahora que te vas
quien me hará esperar con fe el siguiente día.

Te miro con mis ojos de amanecer frío
como si quisiera memorizarte una vez más
y te lanzo un beso volado también,
mientras pienso en quien te esperará así como yo
ahora que me voy
quien te hablará de lo que somos y lo que pudimos ser.

domingo, octubre 19, 2008

La increible y magnífica historia de Santiago el mago

Un día luminoso pero frío, Santiago el mago (así lo llamaba ella) decidió emprender un largo viaje de búsqueda y perfeccionamiento. Tenía una vida pacífica y estable, pero pensaba que la vida verdadera, aquella de las leyendas y mitos, de las alegrías extremas, del amor desmedido e intenso, estaba en otros lugares, bajo otros soles, en otras compañías.

Ella no le pidió que no se fuera, lo quería mucho como para pedirle eso, en cambio le prometió que le esperaría siempre, que siempre lo amaría.

Santiago el mago le dijo, dulce pequeña, en mi ausencia crecerás y me olvidarás, te darás cuenta que lo que veías de mágico en mí era pura locura contenida. Yo me voy pero te llevaré en mi corazón, cambiaré, aprenderé, seré grande porque creo que grandes cosas están destinadas para mí. No lloro al partir pequeña, le dijo acariciando sus ojos llorosos, porque te tendré presente cuando encuentre la felicidad, cuando sepa lo que es disfrutar del viento como si fuese una caricia ansiada, y sobre todo porque tengo la certeza que también encontrarás la felicidad.

Pasó mucho tiempo. Alegrías, tristezas, buenos momentos y penurias acompañaron a Santiago el mago por los caminos que recorrió. Conoció muchas personas, y ganó mucha experiencia. Se alistó en muchos ejércitos y ganó y perdió batallas. Nunca se sentía agotado porque tenía la convicción de estar creciendo, de estar acercándose al sentido de la vida.

Pero empezó a dudar. En noches claras sentado bajo algún árbol, en amaneceres fríos envuelto en su capa, en días soleados con el torso descubierto; se preguntaba si de verdad estaba progresando, si de verdad iba encaminado a la felicidad.

Después de todo qué era la felicidad, el dinero? La sabiduría? El conocimiento personal? El éxito? Todo eso junto era la felicidad?

Cada vez más seguido volvía a su cabeza el rostro de ella, los ojos brillantes de lágrimas no derramadas en la despedida. Volvían sus gestos, su mirada, el calor de su aliento, su alegría tan espontánea. Volvían sus conversaciones.

Santiago el mago ya estaba viejo, sin embargo; y no sabía lo que podía encontrar al volver, si decidiera volver. Siguió agobiándose bajo soles extranjeros, mientras la vida se le iba yendo en pequeñas gotas de agua que podía oír cuando se quedaba en silencio.

No logró la sabiduría que quería, ni el éxito al que se sentía destinado. Santiago el mago (así lo llamaba ella, sólo ella) siguió siendo un vulgar hechicero de trucos baratos al que invitaban a entretener reuniones alrededor de fogatas. Entonces empezó a sentir que la vida se iba ya no en gotas sino en torrentes, la escuchaba salir de sí no solo cuando estaba en silencio sino en todo momento, como un río cargado. Se acercaba la muerte.

Junto con la cercanía de la muerte le llegó la sabiduría ansiada. Y con la sabiduría le llegó la conciencia del mayor error de su vida, dejarla a ella, dejar ese amor, esa única posibilidad de felicidad que le había sido concedida.

No iba a volver, no podía hacerlo ya. Habían pasado muchísimos años, ella tendría seguramente una vida feliz, y él había perdido el derecho de ser parte de ella.

Recordó que ella siempre escuchaba encandilada sus historias, que siempre le pedía que le cuente más, que exagere por favor, y decidió escribirle. Decidió inventarse una vida para él y contársela a ella, decirle que le había ido bien, que había crecido, que había encontrado el sentido de su vida. Decidió encandilarla una vez más, una última vez. Empezó así: “Pequeña, quiero contarte la increíble y magnífica historia de Santiago el mago, que siempre, siempre, te llevó en su corazón y logró cosas increíbles, conquistó todo lo que buscó, y salió victorioso de muchas y complejas pruebas…”.

Al terminar de escribirle, un día luminoso pero frío, Santiago el mago, achacoso y cansado, envió la carta por correo y siguió su camino, con el rostro de ella grabado en su corazón, pensando que nunca tenía que haberse marchado, que jamás debió apartarse de su lado.

sábado, octubre 04, 2008

Lucky Man

Camino por estas calles de Londres donde todos me conocen, y lo hago deliberadamente. Quiero que me vean justamente quienes me conocen.

Estoy con mi casaca de cuero marrón de siempre, mis jeans y botas negras que suelo usar los fines de semana. Nadie puede equivocarse, definitivamente quienes saben quien soy no tendrán la menor duda al verme.

Son pasadas las seis de la tarde y está oscuro ya.

Camino sin mirar a nadie en particular, tropiezo con varios y no respondo a sus reclamos. Quiero que me miren, que me observen bien.

Me detengo en la esquina entre Library St con Davidge St. Miro a todos lados y nadie en particular se ha detenido a observarme. Soy el mismo, entonces. Sin embargo, soy distinto.

He cambiado, aunque por fuera siga siendo el mismo. La suerte, la alegría, la risa han adquirido un nombre propio para mí. Yo, de mirada siempre amargada, he conocido por fin lo que es estallar en miles de luces de colores. Yo, de apariencia gris por fuera, estoy iluminando el cielo de Londres con los fuegos artificiales que lanzo desde mis ojos.

Pienso en tí, me acomodo el cabello que hace un par de horas revolviste, miro al cielo mientras río con una euforia nueva para mí. Soy distinto ahora, grito, i'm a lucky man.