jueves, mayo 19, 2005

La escena perfecta

De "Raíces" (Álex Haley), guardo en la mente el pasaje en que se narra cómo el padre de Kunta Kinte lo lleva en brazos, en la noche de su nacimiento, a un espacio descubierto, y lo levanta con el rostro hacia el cielo, diciendo: "He ahí lo único que es más grande que tú".
Hace ya más de 10 años que leí el libro ése, y ahora no estoy muy seguro que tales fueron exactamente las palabras pronunciadas, ni que dicha escena transcurrió en la noche.
Pero eso no importa ya.
El hecho es que cada vez que ha venido a mi mente, incluso ahora, sitúo la escena en una sabana africana, bajo una noche de luna llena, con el cielo despejado y lleno de estrellas, un viento tenue trayendo el ruido lejano de grillos y búhos... y la voz nítida, grave, del padre enfrentando la inmensidad del cielo con la grandeza del hijo.
Una escena que creía perfecta.
Una escena que desde entonces la soñé para mí y para mi hijo que algún día habría de venir.

Nunca se lo conté a nadie, Romina, pero desde que nos enteramos que tu madre estaba embarazada, hasta el día mismo en que naciste (hace exactamente dos años), estuve ideando un plan para cumplir ese sueño.
Una clínica techada por todos lados, y el temor al viento, a la gente, al medio ambiente, y a todo; impidieron hacerlo realidad el día de tu nacimiento; pero pude hacerlo unos cuantos días después, cuando en un descuido de tu madre te llevé a la azotea del edificio en que vivíamos entonces, y te puse por sobre mi cabeza, con tu carita mirando al cielo, diciendo "Mira Romina, mira mi amor, eso es lo único más grande que tú".
El cielo no estaba tan despejado, y el sonido de fondo no era más que el ruido de los carros que pasaban cerca. La situación no resultó solemne... de tu carita pude ver que aquello mucho no te importó. Sí recuerdo claramente, que la boca la tenía seca y la voz me salió quebrada.

Sin embargo, el momento mágico, la escena perfecta, lo supe un poco después, ya había ocurrido el mismo día de tu nacimiento, cuando tras ver tus ojitos abiertos mirando sin ver, asustados, cuando tras oir tu primer llanto, supe con toda la certeza que es posible tener en este mundo, que haría lo que fuera, que daría todo lo que hace de mí lo que soy y lo que quiero ser, por llorar en tu lugar, por sufrir en tu lugar... por tener la posibilidad de llenar tu vida sólo de momentos felices.
No había tampoco en ésa escena un cielo estrellado ni un viento cálido, ni importaba que lo hubiera, pues lo único importante, lo único necesario para hacerla perfecta, es que en ella ya estabas tú, Romina, mi amor.

miércoles, mayo 04, 2005

Alguien especial

Mamá me decía, cuando pequeño, que yo era alguien muy especial:
"Has nacido en un medio día de febrero cuando el sol estaba en lo más alto, eres acuario. Ni bien saliste de mí abriste los ojos y te quedaste mirando fijamente todo lo que te rodeaba, como si quisieras conocer el mundo desde ya".
Yo me sentía entonces sumamente especial, distinto.
"Si miras fijamente al cielo durante unos cinco minutos, harás llover".
Nunca intenté mirar tanto tiempo fijamente el cielo, porque de pequeño nunca necesité probarme que de verdad era especial.
Ahora que ya estoy mayor; ahora que mis ojos se niegan a ver más allá de las cosas; ahora que todo es un constante sentirse común, tampoco he intentado mirar tanto tiempo fijamente el cielo.
Ya no tengo la certeza de ser alguien especial, es más lo que tengo, a veces, se parece más a la certeza de lo contrario; sin embargo, ese pequeño espacio de duda está en las palabras de mamá.
Esa pequeña ventana por donde entra la luz, está en la posibilidad nunca desmentida de que puedo hacer llover.