Me detengo casi sin querer, casi instintivamente, en las imágenes planas de la televisión: restos de una casa incendiada. Además de las personas dolientes y de las curiosas por el sufrimiento ajeno, o por el sólo acontecimiento de un evento distinto al habitual, se puede ver paredes blancas manchadas por el hollín, restos de algo que puede ser una cocina de mesa, de un sillón rojo con ropa chamuscada encima, y de una cama con cartones y piezas de madera también chamuscados. No se puede saber si la habitación era cocina, comedor o dormitorio, aunque probablemente era las tres cosas a la vez.
No escucho lo que dice el reportero ni me importa. Esquivo las lágrimas de una señora entrevistada y trato de ver las imágenes de fondo. Irrumpe una mujer joven, con el rostro pálido pero no por la tristeza sino por el susto, no mira a nadie en particular, y no permite que la detengan, se dirige a un lugar cercano a lo que debió ser su cama, y de rodillas, sin soltar ni su cartera ni el folder que tiene en la mano izquierda (está vestida con un conjunto sastre de color gris azulado), se pone a buscar algo con desesperación.
La desesperación me atrae aún más, me intriga aún más. Hay algo más importante que la casa, que las lágrimas de sus probablemente padres, y que toda esa gente alrededor. Hay, para ella, algo más importante que todo eso, y casi da miedo ver que es, hasta que lo encuentra, lo toma en sus manos, se pone de pie, llora a gritos y se desmaya: Su Lap Top también se quemó.
Inmediatamente me viene a la mente el incendio de una de las casas del señor Biswas (el personaje principal de "Una Casa para el señor Biswas"). Pero no, en realidad no es exactamente eso lo que me viene inmediatamente a la mente, sino el porqué el señor Biswas compraba casas (destartaladas y feas todas): quería sentirse alguien, quería realizarse a través de los objetos ya que no conocía otro modo de ser más de lo poco que ya era.
Para esa mujer resultaba sumamente valiosa su Lap Top, así como para muchos de nosotros valen tanto los juguetes que vamos adquiriendo, y que nos ayudan a justificar dejar para después detenernos a pensar que somos nosotros los que tenemos que crecer y no las cosas que podemos tener.