- ¿tienes una hija?
- dos
sorprendida, mira a los costados, parpadea, se apoya en un pie, luego en otro. Piensa lo que va a decir a continuación.
- Con razón las canas. ¿qué edad tienes?
- 34
- no parece... Que interesante. Carro nuevo, dos hijas, abogado, un buen trabajo. Tiene usted (lo dice así, no "tienes") la vida resuelta.
Sonrío. Estoy sentado en un banco de cemento. Es sábado en la mañana y no estoy de terno como lo suelo estar de lunes a viernes.
Intento disfrutar (sí, disfrutar) de un break entre clases de la maestría. Ella está parada frente a mí, pese a que hay espacio en el banco. Me ha buscado conversación, pero pareciera que se le han acabado los temas.
Yo no soy muy hablador.
Pienso, sin embargo, que no es cierto eso de tener la vida resuelta. Aún conservo mis miedos al futuro, ahora aumentados por el temor al futuro de mis hijas. Aún me preocupo por si ha de alcanzarme el sueldo hasta fin de mes, por si he de meter la pata en el trabajo.
Si tuviera la vida resuelta no estaría preocupandome por estudiar, por leer, ni tan siquiera por escribir en este blog.
Me sonríe y hace un gesto de adiós con la mano. "chau" le digo al mismo tiempo que me percato que no sé como se llama, ni cual fue la razón por la que se acercó a hablarme (aunque casi podría jurar que alguna vez estudié con ella).