Que tonto soy, piensa, mientras desactiva el limpiaparabrisas, que unos segundo antes activó instintivamente, confudiendo lágrimas con lluvia. Sujeta con una mano el timón, y con la otra se limpia los ojos, bruscamente. Cambia de emisora, mira de nuevo al horizonte y pisa el acelerador. Intenta ser más veloz que los recuerdos que lo persiguen.
Al intentar evitar pensar en hechos, vienen tumultuosamente a su cabeza imagenes, como fotografías desplegandose velozmente en la pantalla de un ipod touch al pasarles el dedo encima. Viene a su cabeza su mirada, sus expresiones al hablar, al llorar y al reir. Sus ojos van tomando forma cada vez más nítidamente, acercándose veloces como dos luces que quieren entrar en él y atravesarlo. Adoro esa mirada, piensa, mientras las luces están por alcanzarlo ya.
Lo último que recuerda, antes del ruido seco de metales y plásticos que se rompen, es que en la radio sonaba una canción que muchas veces quizo saber quien la cantaba, pero que nunca lo descubrió.
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