miércoles, setiembre 05, 2007

The boy with the thorn in his side

Mi sorpresa fue triple porque, primero, al entrar al MSN, yo que prácticamente nunca chateo, había un contacto activo, segundo, porque ese alguien es un amigo al que no he visto en muchos años, y tercero porque ese amigo, Santiago, que vive en Estados Unidos, me estaba diciendo que llegaría a Lima al día siguiente, que estaba apurado porque ya estaba en plena preparación de sus maletas, y que su teléfono era tal y que lo llamara para encontrarnos.
La velocidad de las sorpresas sucesivas solo me permitieron contestar "qué bueno", antes que el contacto se inactive.
Una serie de recuerdos, igual de sorpresivos, igual de veloces, me fueron llegando como música de fondo, mientras trabajaba en la PC. Nunca llegamos a ser lo que se podría decir amigos de reuniones continuas o conversaciones extensas; de hecho sólo recuerdo claramente haber estado con él en una reunión distinta a la del trabajo, su cumpleaños.
Alquilaba en ese entonces un mini departamento en Jesús María, que había compartido (para su cumpleaños ya no) con un restaurador de obras de arte que había sido su pareja. Nos invitó únicamente a Pollo, a Lorgio, a José Díaz y a mí; sus entonces compañeros de trabajo mas allegados. Llegué primero, y recién como a las dos horas llegaron los demás.
Entre tanto conversábamos de The Verve, de REM, del libro de dibujos de Jean Cocteau que me mostró y, sobre todo, de los Smiths, de Morrissey, de sus canciones, de sus letras que te hacían querer encontrar a la persona amada, a la persona indicada con quien podrías compartir feliz cualquier viaje, cualquier soledad e inclusive la muerte. Santiago, reía de vez en vez al decirme que le resultaba extraña la forma cómo yo me acercaba a la música tan teóricamente. Me dijo que seguramente me gustaría escuchar a Belle & Sebastian, y yo, que no sabía nada de ellos entonces, le dije que tal vez (ahora tengo casi todos sus discos).
Llegaron los demás y seguimos conversando. En determinado momento llamó a su teléfono para saludarlo quien, según nos comentó, es su mejor amiga. Conversaban y de pronto se puso a llorar, escuché a medias que decía sentirse solo.
Disimulamos los demás. Conversamos muy poco después.
Han pasado un par de semanas desde que recibí el mensaje de Santiago. No sé si sigue en Lima o ya se fue. No llamé a su teléfono porque ahora la velocidad de las cosas se ha trasladado a mi trabajo, a mi vida, y seguramente también a la suya. Pero no es solo eso. El Santiago que recuerdo es el de su mini departamento, y el de los grupos de música de los que hablamos; ahora no sé bien cómo nos veríamos ni que tema tocaríamos.
El encuentro con un amigo no puede ser un apretón de manos apurado.
No he llamado aún al teléfono que me ha dado, y estoy seguro que Santiago sabrá comprender.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Me impresiono "su" soledad acompañado y la forma en que le es más dura, precisamente en medio de la algarabía de su cumpleaños..., y la poca diferencia, que puede hacer, la cantidad de gente que cotidianamente lo rodea (aún los compañeros de trabajo "más cercanos", frente los "amigos" (tan solo "la mejor" parece que tenía en sí algo...)
Me hizo recordar- además- que conversar, nunca será lo mismo que dialogar...y reafirmarme en que, un qué tal?, o las diversas abreviaturas a las que ahora restringimos una conversación vía chat, son realmente tan poco, como un apretón de manos apurado y el típico: "qué tal?"

LLUVIA dijo...

Gracias Hugo por tu visita y tu opinión en mi espacio. Te comentaré allí, para no traer el tema aquí, como acostumbro a hacerlo.

"Nosotros los de antes, que ya no somos los mismos"
A veces con la distancia y la distinta evolución personal de cada cual, podemos llegar a sentirnos como extraños con aquellos que fueron amigos.. a no ser que desemos muy fuertemente cruzar ese puente que nos vuelva a unir.. Es tan hermoso volver a encontrarse ! O por lo menos intentarlo..
Además por la urgencia de la llamada de tu amigo, parece que necesita tu amistad..

Mis deseos de que te vaya todo bien.
Besos!

Anónimo dijo...

Es cierto que el tiempo no pasa en vano y, como diría alguien por allí, nadie se baña dos veces en un mismo río. Sin embargo, siempre he creído fervientemente en las cosas que permanecen por encima del recuerdo. En mi último viaje a Lima pude comprobar que el afecto es algo que trasciende tiempo y distancia. No, definitivamente no eramos los mismos pero -con un poco más de peso o canas algunos- aquellos que pudimos reunirnos tuvimos la sensación de que poco había cambiado. No voy a negar que tiendo a la nostalgia, la que me llevó, por ejemplo, a caminar hacia la cuadra en que viví por la época que tú mencionas y permanecer frente a la inmensa reja del edificio por varios minutos con el ingenuo deseo de que alguien saliera y me dejara entrar para rondar nuevamente sus pasillos. En ese viejo departamento de paredes corroídas por la humedad pero acondicionado con las cosas que siempre quise, tuve varias reuniones como la que mencionas. Allí me gustaba compartir tragos, música, risas y a veces, cuando el alcohol alteraba mi juicio, algunas lágrimas. Nunca pensé que después de un lustro aún las recordarías, sobre todo porque, como bien dices, no fuimos los grandes amigos. Uno nunca sabe el efecto o la impresión que deja en los otros. Pero valoro que aún tengas presente aquella ocasión. El afán de combatir la soledad me llevó por otros rumbos, tú lo sabes. Hoy no estoy tan solo pero siempre añoro la posiblidad de reunirme en torno a mi mesa de madera con personas que, como tú, teórica o intuitivamente, comprenden la peculiaridad de las canciones de Morrissey, a quien por cierto veré pasado mañana en San Francisco (ésta será la tercera vez). Curiosamente has titulado tu post con la canción de los Smiths que yo pensé me definía por casi dos décadas: "The boy with the thorn in his side." Genio petulante, Morrissey ha escrito y cantado, tal cual Ribeyro, por y para aquellos que creían no tener voz. Nos ha invitado seductoramente a subir al estrado, tomar el micrófono y cantar nuestras vidas o hacer de nuestras vidas una canción (Sing Your Life). Definitivamente te tendré presente cuando esté frente a él, estimado Hugo.

Blog de alma dijo...

Cuando tengo mucha prisa, me detengo y reviso las prioridades,no sea que me deje algo importante atrás...

Fox in the Snow dijo...

Te envidio, Santiago, la posibilidad que tienes de ver a Morrissey, espero que algún dia me toque a mí. Por lo pronto disfrutaré viendo en noviembre, a quien te robaba los sueños también en ese entonces, Björk... Por cierto, a mi también me suele invadir la nostalgia, estoy en Lima y pese a ello no veo a los amigos de antes. Tu tienes tierra y agua de por medio, yo tengo mi vocación al autismo.

Fox in the Snow dijo...

Alma, muchas gracias por el sopapo, lo tendré muy en cuenta.