El guardián del viento camina desconcertado, ha vencido muchas batallas y la sangre de sus enemigos puebla enteramente sus noches de sueño.
Por fin está cerca la paz, piensa, mientras el horizonte se le presenta, por fin, limpio y claro.
Hace muchos siglos, cuando juró hacer y dar todo por su amada, el guardián del viento era fuerte, seguro, inmortal. En cada batalla, en cada muerte, en cada grito de terror, algo se le fue muriendo.
El guardián del viento camina desconcertado, ya no tiene que pelear, no tiene que ganar el amor ya ganado. Mira ante sí el largo camino llano, casi plateado a la luz de la luna, y se pregunta, por esta vez, solo por esta vez, si de verdad quiere seguir.
No recuerda ya el rostro amado, no sabe qué le diría al llegar. Mira entre las estrellas nuevamente sus ojos, su boca, tanto y tanto imaginados, tanto y tanto deseados, que hasta le duelen entre las costillas como un golpe de lanza.
La noche se ha rendido ante su victoria, pero él ya no quiere continuar.
El guardián del viento agacha la cabeza, cierra los ojos, suelta sus armas y deja que el tiempo lo consuma.
En otro lugar, en otro tiempo, su amada recuerda a un guerrero que no puede identificar.
Sé que si miro al cielo insistentemente haré llover, pero no lo haré, no desmentiré lo mágico en mí.
viernes, junio 27, 2008
sábado, junio 14, 2008
La bella y el triste
El triste apura un trago de su copa buscando valor
Mira a la mesa e intenta sonreír
La bella habla de miles de cosas
Mientras ríe con una risa limpia como noche estrellada.
El triste piensa que ella jamás se fijaría en él
Mientras busca palabras para intentarlo de todos modos.
La bella le roza con los dedos el cabello, como distraída,
le pregunta qué pasa sin dejar de reír.
El triste dice no pasa nada
Queriendo decir pasa todo.
Dice son tonterías mías
Queriendo decir no puedo más.
La bella tiene un brillo extraño en sus ojos
Lo mira sin ver como si fuera transparente
Sus labios delgados se cierran un instante
Pero no dice nada
El triste se sabe pequeño
Y no vuelve a hablar
La bella ríe de nuevo
Y mira hacia otro lugar.
Mira a la mesa e intenta sonreír
La bella habla de miles de cosas
Mientras ríe con una risa limpia como noche estrellada.
El triste piensa que ella jamás se fijaría en él
Mientras busca palabras para intentarlo de todos modos.
La bella le roza con los dedos el cabello, como distraída,
le pregunta qué pasa sin dejar de reír.
El triste dice no pasa nada
Queriendo decir pasa todo.
Dice son tonterías mías
Queriendo decir no puedo más.
La bella tiene un brillo extraño en sus ojos
Lo mira sin ver como si fuera transparente
Sus labios delgados se cierran un instante
Pero no dice nada
El triste se sabe pequeño
Y no vuelve a hablar
La bella ríe de nuevo
Y mira hacia otro lugar.
domingo, junio 08, 2008
De todo para buenos jóvenes
Delgado, alto, trigueño, pelo negro y largo, no más de 18 años. Blue jean gastado, con la imagen de Silvestre de cuerpo entero bordada en una pierna. Polo negro manga larga, con el rostro del pato Lucas bordado en todo el pecho (mostro el polito. Pienso).
Sube a la coaster, a la altura de la Universidad de Lima. Mochila guinda, gastada y sucia, a la espalda. Se detiene en el pasadizo, junto a la puerta, mirándonos a todos quienes estamos sentados. De inmediato pienso “es un vendedor” y acierto.
Dice, “en esta oportunidad vamos a hablar de cultura”, pausa, “vamos a conversar de Pablo Neruda, Rubén Darío, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, James Joyce, Gabriela Mistral”, pausa, se toca la nariz con la mano derecha, “de Einstein, Graham Bell, Newton, Aristóteles, Platón, que fue discípulo de Aristóteles”, pausa, toma aire, se vuelve a tocar la nariz con la mano derecha, “de Churchill, De Gaulle, Ronald Reagan”, pausa más larga.Me vuelvo a poner los audífonos que me había quitado para oír lo que estaba diciendo, mientras lo veo hablar, pausar, tocarse la nariz, tomar aliento, volver a hablar. Como cuando se responden las preguntas en un examen oral.
Me quito el audífono derecho, “los nervios están conformados…”, dice.Vuelvo a ponérmelo, aunque algo empieza a incomodarme, como una idea o un recuerdo que no llega a ser del todo ni lo uno ni lo otro. Sigue hablando. Vuelvo a sacarme el audífono derecho, “las matemáticas son una ciencia exacta, conformada por…”. Vuelvo a ponérmelo. Esto se parece cada vez más a un vergonzoso examen oral.
Me fijo en sus ojos, en sus párpados que se mueven nerviosamente. Debe ser alguien que está preparándose para postular a la Universidad. Voy cayendo en que me hace recordar a mí mismo, cuando flaco y desaliñado solía memorizar los mismos datos sueltos que ahora él esta recitando. Sigue hablando y no lo escucho ni lo miro ya, me escucho y miro a mí mismo. Un malestar en el estómago empieza a invadirme.
Pienso en el libro que me regaló un profesor de la pre, escrito por él, “De todo para buenos jóvenes”, con datos y datos, reseñas de libros, minibiografías, consejos. Viene nítidamente a mi mente el argumento de innumerables libros que leí, y de otros que nunca leeré. ¿Qué fue lo que me salvó de estar así como él está ahora?.
Recuerdo todos los planes que fui haciendo para mi futuro. Recuerdo un poco de aquél que fui alguna vez.
Me saca de mis pensamientos su pedido de que le compre caramelos. Le doy Un Sol. Me dice gracias.
Lo veo bajar de la coaster a enfrentarse con la noche, mientras en mi Zen Xtra empieza a sonar una de Blur, “la calle es una jungla, hay que llamar a la policía…”
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