Se levanta cuando la mañana aún parece noche. Luego de unos cuantos mínimos ejercicios va a la ducha, de agua fría siempre. Se jabona y enjuaga meticulosamente, repitiendo mentalmente todo lo planeado para el día: la primera llamada, el primer mensaje, qué diría en cada uno de ellos; dejar pasar el día intercambiando correos no muy densos ni intensos, guardándose para el encuentro de la noche
Sale de la ducha y se envuelve en una toalla. Agua de colonia, talco, medias, ropa, cualquier camisa y cualquier terno a mano, total todas las camisas son celestes y todos los ternos azules. Zapatos, desayuno, cepillarse, corbata, perfume. La calle.
Mientras conduce va cambiando de emisora buscando la canción que más le acomoda al momento. El dia no es extraordinariamente bonito, pero bonito será el encuentro, piensa.
Llega al trabajo, saludos, cosas que hacer, cosas que fingir hacer. Primera llamada, hola amor, cómo estás. Primer mensaje, pensé mucho en tí, mi amor. Luego los demás mensajes, contarse cómo les fue el fin de semana, él cauteloso con las palabras, cuidando siempre el encuentro próximo.
Tener todo ordenado, incluso las palabras, incluso lo que se cuenta de uno, ayuda a pensar que lo que debe salir perfecto saldrá perfecto. Ayuda a superar la tensión de lo inesperado.
Ya ha almorzado, ya se ha lavado. Deja pasar la tarde como si fuera un pequeño viento que le refresca la cara pero que no le quita el calor. Llega la salida.
Conduce sin música de por medio, acompañándose a sí mismo, pensando en la primera palabra, en el primer beso, en la primera imagen que él tendrá de ella, y que ella tendrá de él.
Llega en punto y se estaciona, la espera. Estos minutos no son realmente la espera, la espera es desde que se levantó en la mañana. Baja un poco la luna del carro, ve ocultarse el sol tristemente, en unos cuantos minutos ella seguramente llegará.
Sale de la ducha y se envuelve en una toalla. Agua de colonia, talco, medias, ropa, cualquier camisa y cualquier terno a mano, total todas las camisas son celestes y todos los ternos azules. Zapatos, desayuno, cepillarse, corbata, perfume. La calle.
Mientras conduce va cambiando de emisora buscando la canción que más le acomoda al momento. El dia no es extraordinariamente bonito, pero bonito será el encuentro, piensa.
Llega al trabajo, saludos, cosas que hacer, cosas que fingir hacer. Primera llamada, hola amor, cómo estás. Primer mensaje, pensé mucho en tí, mi amor. Luego los demás mensajes, contarse cómo les fue el fin de semana, él cauteloso con las palabras, cuidando siempre el encuentro próximo.
Tener todo ordenado, incluso las palabras, incluso lo que se cuenta de uno, ayuda a pensar que lo que debe salir perfecto saldrá perfecto. Ayuda a superar la tensión de lo inesperado.
Ya ha almorzado, ya se ha lavado. Deja pasar la tarde como si fuera un pequeño viento que le refresca la cara pero que no le quita el calor. Llega la salida.
Conduce sin música de por medio, acompañándose a sí mismo, pensando en la primera palabra, en el primer beso, en la primera imagen que él tendrá de ella, y que ella tendrá de él.
Llega en punto y se estaciona, la espera. Estos minutos no son realmente la espera, la espera es desde que se levantó en la mañana. Baja un poco la luna del carro, ve ocultarse el sol tristemente, en unos cuantos minutos ella seguramente llegará.
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