viernes, noviembre 25, 2005

Palabras para dormir

Se resiste a dormir y me llama para echarme a su lado. Sonríe, mientras se chupa un dedo, y con una de sus manitas me indica que ponga mi cabeza al lado de la suya.
Me dice "te quiero mucho"; y mi corazón gastado, turbio, y percudido por el smog que trae el paso de las horas, de los días y los años, recibe un nuevo impulso eléctrico.
Me pongo a pensar en tantas cosas a la vez, como suelo hacer cuando no encuentro palabras para decir lo que de verdad quiero decir.
Miro el techo del cuarto, mientras ella pone su brazo sobre mi cuello.
Le digo "yo también te quiero mucho, mi amor", pero ya no me escucha porque está dormida.

jueves, noviembre 17, 2005

Una narración frustrada

Leyendo a Neruda ("Confieso que he vivido") me he sorprendido con una sonrisa cómplice. No es un corredor de largo aliento, y se nota en las páginas de su autobiografía. Cada evento, cada rememoración es una imagen sin continuación fluida con la otra.

No estoy diciendo que el libro no sea interesante, todo lo contrario. Lo que estoy diciendo es que la narración no es un largometraje, sino una muestra fotográfica.

Leyendo a Neruda he recordado que al leer "Tungsteno", un cuento de Vallejo (de César, no de Fernando), sentí la misma impresión de sucesión de imágenes no concatenadas.

Me he sorprendido con una sonrisa de complicidad, porque al igual que ellos, con las distancias y miramientos del caso, soy también un narrador de corto aliento. Me resulta imposible crear paisajes en movimiento. Me resulta imposible crear un ser humano distinto y soplarle vida.

Claro que pueden decirme, quienes lean esto, con toda justicia y fundamento, lo fácil que resulta compararse con lo menos que tienen los que tienen más, pero en este noviembre poblado de cristales opacos para mí, necesito unas cuantas mentiras para saciar mi sed de voz propia.

Podrían decirme inclusive que ni siquiera llego a narrador de corto aliento, porque... no, mejor lo dejo ahí.

jueves, noviembre 03, 2005

Seleccionado

En los últimos meses me han llovido llamadas telefónicas que me felicitan por haber sido seleccionado por la entidad bancaria tal, o la entidad finaciera cuál, como cliente preferente; y por ello celebran poder remitir a mi domicilio, a mi solo asentimiento, una tarjeta de crédito Visa o Mastercard, con una línea de crédito x, una tasa de interés xx, y bastantes etcéteras más. Les digo amablemente no, gracias.
Llegan a mi Depa, igualmente, folletos o cartas con mi nombre, felicitándome por lo mismo y ofreciéndome las mismas tarjetas. No les digo no, por que no puedo, pero las tiro a la basura (si no me ven no pueden darse cuenta que ése no es un gesto amable).
En las escasas tarjetas que tengo, me han aumentado la línea de crédito hasta casi cinco veces mi sueldo, sin que yo lo haya solicitado, pero sobre todo sin que me haga maldita gracia ello (no suelo utilizarlas).
Todo eso puede significar que quienes no conocen a esta pequeña-criatura-que-tiene-la-actitud-de-alguien-parado-en-medio-de-una-pista-con-carros-cruzando-en-dos-direcciones-en-simultáneo, confían en mi estabilidad económica, pero sobre todo confían en mi responsabilidad; o puede significar que tienen funcionarios a los que les gusta arriesgar (eufemismo de irresponsables de porquería, por decir lo menos). Que mas da lo que signifique.
Tamaña confianza ajena no tiene correlato interior... Hoy mismo estoy pensando en que ya no debería venir tan a menudo en mi carro (llenar el tanque de gasolina de 95 es casi casi un asalto a mano armada), sino volver a los viejos tiempos de perseguidor de combis.