En los últimos meses me han llovido llamadas telefónicas que me felicitan por haber sido seleccionado por la entidad bancaria tal, o la entidad finaciera cuál, como cliente preferente; y por ello celebran poder remitir a mi domicilio, a mi solo asentimiento, una tarjeta de crédito Visa o Mastercard, con una línea de crédito x, una tasa de interés xx, y bastantes etcéteras más. Les digo amablemente no, gracias.
Llegan a mi Depa, igualmente, folletos o cartas con mi nombre, felicitándome por lo mismo y ofreciéndome las mismas tarjetas. No les digo no, por que no puedo, pero las tiro a la basura (si no me ven no pueden darse cuenta que ése no es un gesto amable).
En las escasas tarjetas que tengo, me han aumentado la línea de crédito hasta casi cinco veces mi sueldo, sin que yo lo haya solicitado, pero sobre todo sin que me haga maldita gracia ello (no suelo utilizarlas).
Todo eso puede significar que quienes no conocen a esta pequeña-criatura-que-tiene-la-actitud-de-alguien-parado-en-medio-de-una-pista-con-carros-cruzando-en-dos-direcciones-en-simultáneo, confían en mi estabilidad económica, pero sobre todo confían en mi responsabilidad; o puede significar que tienen funcionarios a los que les gusta arriesgar (eufemismo de irresponsables de porquería, por decir lo menos). Que mas da lo que signifique.
Tamaña confianza ajena no tiene correlato interior... Hoy mismo estoy pensando en que ya no debería venir tan a menudo en mi carro (llenar el tanque de gasolina de 95 es casi casi un asalto a mano armada), sino volver a los viejos tiempos de perseguidor de combis.